¿Cuál es la actividad en la que los humanos utilizamos casi un tercio de nuestra vida y de la cual no recordamos prácticamente nada? La respuesta, bastante evidente, es dormir. Al final de la vida, el humano promedio habrá pasado más de 20 años acostado durmiendo. Cuando escuchamos esta cifra, lo primero que se piensa es en el tiempo perdido. Pero la verdad es que para vivir tanto tiempo, es también necesario dormir tanto tiempo. Entre las muchas funciones del sueño, una de las más estudiadas en la relacionada con el aprendijaze. Hoy, tras cientos de noches en vela, los científicos tienen algunas ideas concretas al respecto.
Durante el sueño, específicamente durante el sueño paradójico o REM (movimiento ocular rápido, sigla en inglés) ocurre la asociación y retención de nuevas experiencias y, curiosamente, es también cuando acontecen la mayoría de los sueños. Opuesta a la visión freudiana de los sueños en la que estos son un producto reprimido del subconsciente, los sueños son considerados por algunos neurocientíficos como el mecanismo del cerebro para la evaluación de sucesos recientes cuya función es ayudar a consolidarlos. Esto ha sido comprobado por medio de experimentos en donde los animales, incluyendo humanos, que son cohibidos de la fase REM del sueño tienen una disminución considerable del aprendizaje, al ser comparados con aquellos con un ciclo de sueño normal.
Durante el aprendizaje, ocurren varios cambios neuronales que determinan la eficacia y permanencia del nuevo conocimiento. Estos cambios suceden inmediatamente después de recibir nueva información, pero para que sean permanentes, deben ser consolidados en el tiempo mediante el refuerzo de las conexiones entre las neuronas. Cada vez que un recuerdo es invocado por la memoria, este pasa a un estado de vulnerabilidad en el que puede ser reforzado, modificado o incluso borrado completamente. Esta estrategia, llamada re-consolidación, es un mecanismo para des-aprender información errada y, en general, para rectificar las ideas impresas en el cerebro. Sin embargo, también es una fragilidad del sistema en la que cada vez que se abre “la ventana” de un recuerdo, se corre el riesgo de perderlo o tergiversarlo. El sueño juega un papel principal en la formación de nuevos recuerdos mediante la atenuación de estímulos secundarios, ya que estos interfieren con el fortalecimiento del aprendizaje durante esa “ventana”, asegura un artículo publicado esta semana en la revista Nature.
Específicamente, los autores del artículo investigan el efecto del sueño en la re-consolidación del aprendizaje. En el estudio, todos los participantes aprendieron un juego que consiste en recordar la ubicación de pares de imágenes en un tablero; esto, mientras olían una sustancia fuerte. Después del aprendizaje de las imágenes, la mitad de los voluntarios se mantuvieron despiertos por 40 minutos, y durante este tiempo fueron expuestos al mismo olor alejados de las imágenes. El segundo grupo de voluntarios se fue a dormir inmediatamente, pero también fue expuesto al olor mientras dormían. El uso de un olor en este tipo de experimentos consiste en crear una asociación fuerte del material aprendido con la sustancia odorífica, para que la presentación del olor en la ausencia del material aprendido reactive su recuerdo en el cerebro. Después de 40 minutos, el segundo grupo fue despertado y ambos grupos jugaron nuevamente con los mismos pares de imágenes pero, en esta ocasión, en posiciones diferentes. Con este procedimiento, los investigadores pretendían crear interferencia en la consolidación de la posición inicial de las imágenes. Después de 30 minutos, ambos grupos realizaron un examen en el que tenían que recordar la posición de los pares de imágenes del primer juego.
Los resultados revelan que la reactivación del recuerdo por medio del olor fuerte cuando el participante está despierto y la consecuente exposición a la interferencia, reduce significativamente la capacidad de recordar la posición inicial. Por el contrario, el sueño protege de manera específica contra la interrupción. Así, aunque los participantes del segundo grupo estuvieron expuestos a la reactivación del recuerdo por medio del olor, el hecho de haber estado en REM hizo que al despertarse, el aprendizaje estuviera más solidificado y la observación de las nuevas posiciones de las imágenes no interfiriera con el aprendizaje inicial.
En un experimento complementario, los autores detectaron que si la reactivación del recuerdo se hacía cuando los participantes estaban despiertos, las áreas del cerebro que respondían eran las de la corteza prefrontal que son las responsables por funciones ejecutivas como la búsqueda y filtración de información. En contraste, estas áreas no respondieron cuando la reactivación se hacía durante el sueño. Esto sugiere que durante la vigilia, los estímulos e información secundarios, pueden modificar los recuerdos ya existentes por medio de la atención que se les preste.
Si alguna vez hemos escuchado la noción de que se puede “estudiar” para un examen o “aprender” un idioma simplemente escuchando el material mientras se duerme, ahora podemos estar seguros de que esto es una fantasía. Durante el sueño se consolidan los recuerdos y además, como lo muestra el artículo mencionado, se protegen contra su modificación o el olvido, pero para recordar es necesario estar completamente despiertos y alerta. Por el contrario, tomar una siesta entre el estudio de diferentes materias y, en general, una buena noche de sueño sí es efectivo no sólo para tener mejor rendimiento durante el día, sino para también tener mejor memoria.
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